El Internet de las Cosas (IoT) tendrá un gran impacto en la economía, transformando muchas empresas en negocios digitales y facilitando nuevos modelos de negocios, mejorando la eficiencia y aumentando la participación de empleados y clientes.
No es algo que digamos nosotros, sino la consultora Gartner, que también advierte de que, pese a que muchas empresas se iniciarán en esta aventura y lo harán con grandes expectativas, muchas acabarán con resultados comerciales decepcionantes. De hecho, según sus cálculos, hasta este año “el 80% de las implementaciones de IoT derrochará oportunidades de transformación” y no monetizará los datos de IoT.
No obstante, su futuro es prometedor y el negocio de IoT está en plena expansión. Los cálculos de Gartner pronostican que frente a los 8.400 millones de cosas conectadas en uso en todo el mundo en 2017, un 3% más que en 2016, se alcanzarán los 20.400 millones en 2020. Algo que hará que la factura en terminales y servicios ascienda a casi 2 billones de dólares en 2017.
A nivel regional, China, Norteamérica y Europa Occidental serán las que más adopten el uso de cosas conectadas. De hecho, las tres regiones juntas representaban ya el 67% de la base instalada de Internet de las Cosas (IoT) en 2017.
El IoT está en todas las conversaciones de transformación digital de las empresas, pero su implantación todavía no está produciéndose en España al mismo ritmo que en otro países. De hecho, en Libelium (empresa española especializada en IoT) exportan el 90% de los dispositivos hacia Estados Unidos, Europa y Asia, según las cifras aportadas por Alicia Asín, consejera delegada de Libelium.
Además, cabe señalar que las inversiones en IoT de las empresas son a largo plazo, por lo que en un mismo proyecto intervienen muchas partes que deben coordinarse entre sí, lo que dilata los tiempos de actuación. Además, y aunque hagamos referencia a IoT, lo cierto es que cada producto y solución es distinto y específico. Por ello, la creación de soluciones para el sector es un proceso complejo que involucra distintos componentes y fases, siempre en función del tipo de producto, solución o servicio que se quiera ofertar.
El simple concepto de dotar de conectividad a un objeto es lo suficientemente amplio como para abrir las puertas a infinitos usos: control de flotas, seguimiento de bienes sensorizables, prevención de incendios…
El simple concepto de dotar de conectividad a un objeto es lo suficientemente amplio como para abrir las puertas a infinitas posibilidades de uso. El IoT es consecuencia del abaratamiento de hardware cada vez más potente, de la generalización de los servicios cloud y la ubiquidad de las redes de acceso. Por este motivo, su aplicación es variada y su evolución es muy distinta en función de cada uso.
Dentro del mundo del IoT se habla de “verticales”; es decir, mercados o industrias en las que puede haber, en muchos casos, similitudes tecnológicas importantes. Por ejemplo, las ciudades inteligentes.
Tal y como define el Grupo Técnico de Normalización 178 de AENOR (AENOR, 2015), una ciudad inteligente es la visión holística de una ciudad que aplica las TIC para la mejora de la calidad de vida y la accesibilidad de sus habitantes y asegura un desarrollo sostenible económico, social y ambiental en mejora permanente.
Aunque las smart city son uno de los primeros terrenos donde se ha aplicado el IoT, se espera que la paulatina incorporación de estas tecnologías en la industria la acabe convirtiendo en lo que se conoce como Industria 4.0. La irrupción del IoT tiene como objetivo conseguir una apertura en la conectividad, llevar los datos y la decisión al cloud, usar el Big Data en el análisis y toma de decisiones, y habilitar la creación rápida y dinámica de aplicaciones que permitan traer alto valor añadido a cada una de las industrias donde se instala.
Las posibilidades de la aplicación de IoT son muy amplias. Por ejemplo, en materia de eficiencia energética. Su uso permite un análisis continuo, abierto e integrado, ya sea en edificios, hogares, alumbrado u otros ámbitos. El IoT también habilita en estos casos el desarrollo de aplicaciones transversales que permiten optimizar consumos, detectar fallos, mejorar redes, etc.
Pero para lograr estos objetivos, existe una gran necesidad de soluciones sencillas y de disponer de estándares que garanticen la interoperabilidad y eviten la creación de silos causados por la implantación de soluciones propietarias.
También se produce una gran ventana de oportunidad en la incorporación del IoT en otros sectores de nuestra economía, como los casos de uso para el control de flotas, el seguimiento de mensajería y bienes sensorizables, la prevención de incendios, etc., por poner otros ejemplos.
“El alcance y las aplicaciones de la tecnología IoT es infinito”, asegura Alicia Asín, consejera delegada de Libelium. “Nosotros estamos trabajando para el sector agroalimentario, para aplicaciones en ciudades inteligentes, para logística, retail, gestión de agua, sector medioambiental, salud…”. Sin embargo, los mayores despliegues (al menos por ahora) se están produciendo en sectores donde los retornos de la inversión son más tangibles: en agricultura -por la optimización de recursos y el aumento de la productividad que el IoT aporta- y en smart cities -por los beneficios directos para el ciudadano y la para gestión pública-.
Pero esta experta asegura que cualquier empresa puede acometer un proyecto. “El tamaño no importa. La clave está en definir bien los objetivos que se persiguen y tener claro que la inversión hay que rentabilizarla en términos de ahorros de costes y mejoras de productividad”.
Para la mayoría de los fabricantes, compañías de energía, productores agrícolas y proveedores de servicios de salud, la idea inicial para justificar la adopción de esta Internet industrial se basa en mayor ingresos o ahorros, según un informe del World Economic Forum. Esta encuesta indica que las empresas están recurriendo a la tecnología digital ya sea para reducir el coste o aumentar el crecimiento: el 79% de los encuestados subraya que “optimizar la utilización de los activos” es un factor de “muy a extremadamente importante” para su adopción, mientras que el 74% dice lo mismo sobre la creación de ingresos alternativos a través de nuevos productos y servicios.
Las posibilidades de la aplicación de IoT son muy amplias. Por ejemplo, en materia de eficiencia energética. Su uso permite un análisis continuo, abierto e integrado, ya sea en edificios, hogares, alumbrado u otros ámbitos. El IoT también habilita en estos casos el desarrollo de aplicaciones transversales que permiten optimizar consumos, detectar fallos, mejorar redes, etc.
Pero para lograr estos objetivos, existe una gran necesidad de soluciones sencillas y de disponer de estándares que garanticen la interoperabilidad y eviten la creación de silos causados por la implantación de soluciones propietarias.
También se produce una gran ventana de oportunidad en la incorporación del IoT en otros sectores de nuestra economía, como los casos de uso para el control de flotas, el seguimiento de mensajería y bienes sensorizables, la prevención de incendios, etc., por poner otros ejemplos.
“El alcance y las aplicaciones de la tecnología IoT es infinito”, asegura Alicia Asín, consejera delegada de Libelium. “Nosotros estamos trabajando para el sector agroalimentario, para aplicaciones en ciudades inteligentes, para logística, retail, gestión de agua, sector medioambiental, salud…”. Sin embargo, los mayores despliegues (al menos por ahora) se están produciendo en sectores donde los retornos de la inversión son más tangibles: en agricultura -por la optimización de recursos y el aumento de la productividad que el IoT aporta- y en smart cities -por los beneficios directos para el ciudadano y la para gestión pública-.
Pero esta experta asegura que cualquier empresa puede acometer un proyecto. “El tamaño no importa. La clave está en definir bien los objetivos que se persiguen y tener claro que la inversión hay que rentabilizarla en términos de ahorros de costes y mejoras de productividad”.
Otra oportunidad clave que los primeros usuarios persiguen es la mejora de la productividad del trabajador, su seguridad y condiciones de trabajo. Algunos de los primeros ejemplos de estas aplicaciones están en el uso de vehículos aéreos no tripulados (UAV) para inspeccionar oleoductos, monitoreando la inocuidad de los alimentos usando sensores, y minimizando la exposición de los trabajadores al ruido, productos químicos y otros gases peligrosos, especialmente en industrias pesadas como petróleo y gas, fabricación y productos químicos.
Schlumberger, por ejemplo, está haciendo un seguimiento de los submarinos con vehículos marinos no tripulados, que pueden viajar a través de los océanos recolectando datos durante un año sin combustible ni tripulación, moviéndose con la energía generada por las olas. Mientras, las empresas mineras como Río Tinto recurren cada vez más a equipos nuevos y más autónomos de minería para mejorar la productividad de la mina.
La interoperabilidad y escalabilidad de las soluciones es uno de los factores principales (…). De esta forma, si el proyecto crece en el futuro, se pueden asegurar las inversiones
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